
🎭 El Abogado del Diablo: Entre la Ética, la Ambición y la Pérdida del Alma
¿Puede un abogado perder su alma sin darse cuenta? ¿Dónde termina la estrategia legal y comienza la corrupción moral?
La figura del “abogado del diablo” ha sido retratada tanto en la literatura como en el cine como un espejo inquietante de nuestra profesión. Pero lejos de ser mera ficción, sus dilemas tocan las fibras más sensibles del ejercicio del derecho: la ética, la verdad y el precio de nuestras decisiones.
Hoy, más que nunca, vale la pena detenerse a reflexionar sobre el trasfondo de dos obras claves:
📘 El Abogado del Diablo de Morris West,
🎬 The Devil’s Advocate dirigida por Taylor Hackford en 1997.
Ambas abordan la eterna lucha entre el bien y el mal, pero con un protagonista singular: el abogado.
📘 Morris West y la verdad como deber sagrado
Publicada en 1959, El Abogado del Diablo no trata sobre juicios penales ni pleitos millonarios. El protagonista es un sacerdote, Blaise Meredith, quien ejerce como Promotor Fidei, el verdadero abogado del diablo en los procesos de canonización del Vaticano.
Su función: buscar la verdad, incluso si esta destruye la imagen de santidad del candidato.
“No es contra el hombre que lucho, sino contra la mentira que lo envuelve.”
Meredith, enfermo terminal, encara su última misión con el peso de su conciencia y la urgencia de morir en paz con la verdad. Este relato, aparentemente ajeno al mundo del derecho, es un tratado de ética profesional en su forma más pura:
El deber de actuar aunque eso implique incomodidad, críticas o sacrificios personales.
🎬 La película de 1997: un infierno con bufete propio
Muy distinta es la visión de la película The Devil’s Advocate, donde Keanu Reeves interpreta a Kevin Lomax, un joven abogado penalista con una tasa de victorias perfecta… incluso defendiendo a culpables.
El bufete de John Milton (Al Pacino) en Nueva York lo seduce con poder, lujo y fama. Poco a poco, Lomax pierde contacto con su integridad, su esposa y su alma. Hasta que descubre la verdad: Milton es el mismísimo Diablo.
Esta obra cinematográfica es más que una historia de suspenso. Es una alegoría del sistema legal convertido en maquinaria de corrupción, donde la verdad es irrelevante y el éxito lo justifica todo.
“La vanidad es mi pecado favorito”, confiesa Milton, en una frase que resuena como advertencia para toda una generación de abogados brillantes pero peligrosamente ambiciosos.
⚖️ Ética: la columna vertebral del abogado
Más allá del dramatismo de ambas obras, hay una constante: la ética no es opcional. No es un adorno, ni un código de buenas intenciones: es el ancla que evita que el abogado se convierta en un mercenario del sistema.
En la práctica profesional, el dilema no es entre defender o no a culpables. El dilema es más sutil y peligroso:
- ¿Aceptarás un caso donde sabes que deberás tergiversar hechos?
- ¿Callarás ante un fraude por conveniencia procesal?
- ¿Construirás una estrategia que ganará, pero dañará vidas inocentes?
El derecho puede ser una herramienta de justicia o un instrumento de opresión. Y la diferencia no está en el cliente ni en el tribunal. Está en el abogado que la empuña.
🧭 El abogado como agente moral
El ejercicio del derecho exige técnica, sí. Pero también exige carácter. La toma de decisiones éticas no es espontánea ni automática. Se cultiva. Se entrena. Y se pone a prueba todos los días.
El personaje de Kevin Lomax no pierde su alma de un día para otro. La va hipotecando en pequeñas decisiones:
- Defender a quien no debería.
- Justificar lo injustificable.
- Elegir el ego antes que la verdad.
Del otro lado, el Padre Meredith arriesga su salud, su reputación y su paz para honrar su misión, aunque eso implique contradecir a todos.
En ambos casos, el dilema ético no es teórico. Es existencial.
🔥 ¿Y si el diablo se esconde en el éxito?
“El abogado del diablo” no es siempre un personaje ajeno. A veces, vive dentro del abogado mismo. Se manifiesta en la vanidad, en el cinismo, en la idea de que ganar lo es todo.
En tiempos donde el marketing personal, el lujo y la influencia digital nublan la vocación, debemos preguntarnos:
- ¿Estoy sirviendo al derecho o sirviéndome de él?
- ¿Qué me mueve: la justicia o el protagonismo?
- ¿Qué estoy dispuesto a sacrificar por ganar?
Recordemos: el diablo nunca aparece como monstruo, sino como socio ideal. Como bufete de ensueño. Como éxito sin esfuerzo. Como causa «defendible» pero inmoral.
✍️ Conclusión: El alma del abogado como línea roja
Las obras de Morris West y la película de Hackford tienen décadas de diferencia, pero un mensaje común:
El verdadero infierno no es un lugar. Es la pérdida de la conciencia moral.
El abogado tiene el poder de defender, transformar y dignificar el sistema legal. Pero también tiene el poder de corromperlo desde dentro.
Como profesión, no basta con saber derecho. Es imprescindible ejercerlo con principios. Porque si no somos nosotros quienes trazamos la línea, seremos nosotros quienes la crucemos.
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Más que una crítica, esta es una llamada a la conciencia jurídica, para recordar que entre el poder y la ética, siempre hay una elección.
