Los bemoles de la justicia
Colegas, amigos, hermanos de la vida
Hoy me urge escribir sobre algo que me llegó como una inspiración pensando en cómo podemos hacer para mejorar socialmente y contribuir con una sociedad más sana y humana, tomándome un café escribí estas letras que espero les sirvan de reflexión, somos líderes de esta época tan difícil y eso requiere una enorme responsabilidad
La justicia, en su forma más pura, debería ser el equilibrio entre la ley y la conciencia. Sin embargo, en la práctica, a menudo se ve atrapada entre intereses, burocracias y silencios que la desdibujan.
Los “bemoles” de la justicia,son esas notas desafinadas dentro de una sinfonía que debería sonar perfecta,son las distorsiones que nacen cuando el derecho se aplica sin humanidad o cuando la moral se vuelve selectiva ante el poder.
Vivimos en una época donde la confianza en las instituciones se tambalea, y la justicia no escapa de ese cuestionamiento. Los ciudadanos observan con escepticismo cómo la ley, que debería ser un instrumento de equilibrio, se convierte a veces en un laberinto que beneficia a unos pocos y desalienta a quienes solo buscan una resolución justa.
La excesiva formalidad, los procesos interminables, la falta de independencia judicial o la manipulación política del derecho son solo algunos de esos bemoles que desafinan la melodía del sistema.
En los tribunales, en las instituciones e incluso en el trato cotidiano, vemos cómo la justicia se vuelve lenta, desigual o inaccesible. Se premia al astuto y se castiga al ingenuo; se aplaude el tecnicismo y se olvida la empatía. Pero una justicia sin alma no puede sostener una sociedad sana.
El verdadero desafío está en humanizar el derecho, en recordar que detrás de cada expediente hay una historia, un dolor o una esperanza.
Cuando la justicia olvida su sentido ético, se convierte en una estructura vacía, un ritual sin propósito.
La letra de la ley puede ser precisa, pero si el espíritu que la interpreta está contaminado por el ego, el miedo o la conveniencia, el resultado será siempre injusto. Es allí donde la conciencia del operador jurídico cobra un papel esencial: el juez, el abogado, el fiscal, el mediador… todos son custodios de una verdad que no puede negociarse sin consecuencias para el alma colectiva.
Cada vez que un juez, un abogado o un ciudadano se deja llevar por la conveniencia, contribuye,aunque sin quererlo,a desafinar el instrumento que sostiene la armonía social. Y cada vez que alguien actúa desde la verdad, el respeto y la ética, afina una cuerda más de ese gran concierto que debería ser la justicia.
El derecho no puede ser un arma, sino un puente. No debe servir al miedo, sino a la verdad. La justicia que el mundo necesita no es la que se impone desde los códigos, sino la que se inspira en la conciencia. Aquella que reconoce la dignidad humana como su principio y su fin.
Revisar los bemoles de la justicia implica mirarnos también a nosotros mismos como sociedad: ¿respetamos la verdad cuando no nos conviene? ¿defendemos lo justo cuando el beneficio está del otro lado? La corrupción, la impunidad y la indiferencia no nacen solo en los estrados judiciales; germinan en la cotidianidad, en la forma en que entendemos la responsabilidad y el poder.
Por eso, cuando los bemoles se multiplican, es deber de los que aún creemos en la justicia afinarlos con valentía, con conciencia y con compasión.
No se trata de idealismo, sino de supervivencia moral.
Una nación que pierde la fe en su justicia, pierde el sentido de comunidad y se condena a vivir en un permanente estado de desigualdad.
Porque la justicia no se decreta: se encarna. Y solo cuando la ley toca el corazón, florece la verdadera armonía. Esa es, quizá, la partitura más difícil, pero también la más necesaria para quienes creemos que el derecho, en su esencia más noble, es el arte de reparar, equilibrar y sanar.
Por Dra. Candy Herrera
@doctora.herrera
Abogado,locutora, profesora universitaria,psicopedagoga, terapeuta de familia, mentor coach,host de programa internacional de tv,perito forense
Doctoraherreratv@gmail.com
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